Hablar del ensayo narrativo en nuestra literatura nos
llevaría de regreso a los albores del siglo XX. Sin embargo, pensar en el
ensayo narrativo como una posibilidad para la construcción de la sociedad del
siglo XXI aún me parece viable a pesar de la lejanía de aquel principio de
siglo, en dónde todo se originó con la aparición novecentista.
En el más acá, en un revisionismo literario del género, es
válido respaldar mi teoría desde un referente que supo trascender los distintos
estratos sociales y porque no culturales de la sociedad paraguaya, con sus
inquietudes, posibles reformas y cuyos trabajos sirven hasta hoy como
testimonio de una idiosincrasia de la época que en la actualidad poco o nada
cambió a pesar del tiempo.
En 1990 fue el contexto histórico en que resurgió el ensayo
narrativo de Helio Vera como herramienta reformista. Las restricciones
dictatoriales a la libertad del pensamiento habían sido derrocadas el año
anterior. Al poner de relieve esas restricciones y las conquistas que superamos
como sociedad paraguaya, quiero hacerme la pregunta de ¿cuáles son las
restricciones en la actualidad, en el inicio de este 2024, que no permite el
florecimiento del pensamiento paraguayo con respecto a temas relevantes, tanto
social como culturalmente hablando? ¿Por qué a pesa de tener esta explosión de
géneros y autores no vemos amalgamas de pensamientos, tesituras y teorías en la
literatura de la actualidad? Una respuesta que se me atraviesa es que quizás Helio
Vera no hizo sus apuntes ensayísticos con el fin de crear un espejo
sociocultural en el que sentarse a mirar, sino que solamente era un tipo muy
divertido que quiso reírse un poco a expensas de lo que observaba y que
nosotros “los estudiosos ociosos” comenzamos a ver fantasmas en los espejos de
agua que dejaban su inventiva literaria. Sin embargo, esta respuesta tenía un
sesgo que más tarde descubrí para mi alivio.
Con aquella declaratoria de libertad de pensamiento es que
vino el libro de Helio Vera, “En busca del hueso perdido”, nombre que si bien
esta explicado en el prólogo, para la historia literaria el nombre adquirió voz
y significado propio como una invitación para retomar esa búsqueda del paraguayo
de encontrarse a sí mismo.
El tono bromista de sus ensayos estaba pronunciado desde las
primeras páginas para el lector que se atreviera a indagar entre sus inventivas
y ocurrencias. Con el tiempo su libro se posicionó como un tratado de
vanagloria intelectual. El triunfo de la intelectualidad paraguaya por sobre
las vicisitudes de la dictadura impuesta en décadas anteriores a la libertad de
expresión, de escribir, de reírse de uno mismo y de sus pares.
Si miramos el antecedente de nuestra literatura nos
adentramos a un periodo en el que Paraguay estaba usando su literatura como una
herramienta de resistencia y denuncia social. Haciendo este revisionismo ya nos
damos cuenta que la obra de Helio Vera “En busca del hueso perdido” ya fue una
saludable bifurcación de los temas recurrentes de sus contemporáneos en los
años noventa, por la adopción de un tono jocoso para el abordaje de su libro y
por la temática emprendida al estudio del paraguayo en su entorno social
(paraguayidad), lejos de encorsetadas tesituras como la moral y la ética,
pintando una forma de hacer las cosas que van más por las prácticas
costumbristas de un mundo que estaba en todas partes, pero del que nadie se
atrevía a hablar abiertamente a raíz del régimen imperante.
Hay algo que es muy válido resaltar también y es que los
retratos del paraguayo y su forma de hacer las cosas no estaban hechos desde la
vulgaridad y la chabacanería. Una parodia es la caricatura de un ser real, no
una ridiculización de sus ademanes y defectos con el fin de hacer reír a los
demás como vemos en las redes sociales mediante dramatizaciones. Hacer esa
salvedad puede que marque la diferencia entre lo que es gracioso y lo que
genuinamente nos dé material que pensar con respecto a nuestros defectos como
sociedad.
La temática del libro nos pone en jaque por las disciplinas
de las que se sirvió para nutrirse, tales como: la antropología cultural, la
sociología, la historia, sin contar con la observación implícita en su carácter
de escritor para poder hilvanar todas esas asignaturas en el tema de su libro y
así como en su caso dejar un material imperecedero para las letras paraguayas
como lo fue el tema abordado, su género y forma de encarar sus escritos, desde
explicaciones acomodadas a nuestra cotidianeidad, valiéndose de disciplinas que
en Paraguay se estudian vagamente, restándole su valor capital al no
institucionalizarlas en todas las universidades, como es el caso de la
antropología y la sociología, pero dejando de manifiesto su obra para futuras
referencias a los estudiosos que se animen a adentrarse en la psique de toda
una colectividad.
Sus escritos tienen capas de interpretación que se amoldan
al entendimiento de sus interlocutores, las imágenes y figuras sí dan risa,
pero sus ideas expuestas en causas y efectos invitan a observarse un poco más,
como un libro anecdotario en el que vernos reflejados y tratar de enderezar los
reglones de nuestros defectos como sociedad.
Una temática muy poco explorada hasta ahora en la literatura paraguaya y que nos invitan como individuos sociales a plantearnos que es lo que estamos consumiendo y hasta qué punto es bueno esa habilidad paraguariensis de adaptarnos y sobrevivir a las hostilidades culturales en post de ser aceptados, sin ponerles ese freno racional que solo se puede alcanzar mediante la culturización.
Siguiendo con su libro “En busca del hueso perdido” en el
expone ensayos en los que trata de comprender el porqué de esas costumbres
paraguayas, exponiéndolas a la luz con un tono humorístico sarcástico, (¿con
que tono si no fuera con ese, se tomaría las tesituras de sus observaciones de
calle?) Mucho más marcado que en el
segundo tomo y no por eso menos palpables y reales. Utilizando vocablos en
guaraní para nombrar esas aristas de la personalidad paraguaya que nunca fueron
documentadas, más que en las conversaciones colectivas y que adquieren peso con
el paso del tiempo, al ser plasmadas en sus libros como un testimonio sociocultural.
Helio Vera en vida había gozado de su fama como escritor y
al plantar su bandera en aquellos terrenos, no se imaginó que hasta hoy día daría
que hablar con sus libros.
“El país de la sopa dura” fue publicada en el 2010 dos años
después de su muerte bajo el sello editorial de Servilibro, consta de
veintinueve enunciados ensayísticos sobre los aspectos sociales más rezagados
en estudio por parte “del homo paraguayensis”. Quedando por su innovación como
la declaratoria final y consagración de sus convicciones expuestas en su libro
primero: En busca del hueso perdido de 1990.
Ambos volúmenes, partes de la saga “El tratado de la
Paraguayología”. Estos títulos tienen la particularidad que al ser sometidos a
un marco comparativo podemos ser testigos del nacimiento en la comprensión de
una mente de su posición en el espacio que habita, no solo como ser individual
sino como colectividad. Cosa que a pesar de los años de esta eureka, en la
actualidad la sociedad paraguaya poco o nada ha despertado en conciencia de sí
misma y la orilla que habita en esta parte del mundo.
Se fijó en los peligros del mestizaje cultural si es que no
se hacía un rescate por parte de “una sana política cultural” en post de
salvaguardar “la personalidad base” del “Ser nacional”. Una observación que
estuvo adelantada a su época y que en la actualidad solo se compara con la
velocidad con que se deforestan nuestros bosques y el auge del internet.
En la actualidad ese abandono a la improvisación que Vera ya había observado nos está costando la autoría intelectual y cultural de cosas que por nuestra apatía en documentarnos como cultura, van cayendo en manos de países vecinos que respaldan sus apropiaciones culturales con documentos que muchas veces están omitiendo sus fuentes en post de acrecentar el acervo cultural del que en unas carecen y del otro aborrecen por sus raíces paraguayas.
Una cosa que es muy válida de subrayar es que aquello del
tratado de paraguayología” empezó como una broma, pero terminó siendo de
importancia capital para su autor. Estamos tan acostumbrados a decir que el
paraguayo no lee como una muleta que usamos para solapar otras carencias, que
la idea de una favorable tirada de libros ensayísticos bien sirve para
ejemplificar. Las tiradas de ambos libros portan un saludable número, “En busca
del hueso perdido” ha conquistado la decimoséptima edición, mientras que “El
País de la sopa dura” ya cuenta con su sexta edición desde el 2010.
Para hablar de la valía del ensayo narrativo como
herramienta, vasta un revisionismo de los distintos tópicos que fueron
fortificando este género literario, es cierto que en la actualidad no se tienen
noticias fácilmente del cultivo de este género, pero eso no quiere decir que no
se consigan por los avezados buscadores. Como prólogo sirve este posteo al
siguiente que se viene, una lista de ensayos más irreverentes, pero eso ya es
agua de otro molino.
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