sábado, 13 de junio de 2020

Tatukua: la reseña de lo eterno orbicular.

Si bien es cierto que me llamó la atención desde un comienzo por el nombre, me dejé estar a la hora de seguir buscando sobre esta obra y la historia que traía consigo. Sin embargo, al parecer el azar tenía algo más preparado para mí cuando esta obra vino a parar en mi biblioteca por un capricho del destino.

Tatukua es una novela corta de 130 páginas que fue íntegramente escrita en guaraní. Al terminarla de leer me quedé con el regusto de que acababa de leer alguna obra que terminaría de florecer en la posteridad de las letras y sin perder tiempo comencé la tarea de armar una reseña desde las hondonadas de la novela que gratamente me sorprendió con interminables pasajes muy subrayables. 

Su estructura narrativa quebrada nos orilla a rasgar historia tras historia hasta una gran profundidad a pesar de sus escasas páginas. La novela comienza describiendo una fría mañana de invierno en la comunidad de Tatukua. Con la acción descripta a continuación, nos sitúa dentro del marco temporal de la revolución del 47 y la desesperada medida de esconderse bajo tierra cual los animales autóctonos del lugar: los armadillos.  

Si bien de primera el idioma nos quiere pintar un desafío, la novela esta prolíficamente encaminada hacia un lenguaje ágil, cotidiano y sencillo para los guaraní hablantes, de allí que sería un material de apoyo bastante sólido y ameno para estudiantes académicos y gente interesada en aprender este idioma.

Como todo lo que tiene que ver con el guaraní los parajes en que el hombre comparte con la naturaleza están descritos con gran poesía, llevándonos de la mano hacia la belleza de las cosas simples. La sapienza narrativa a la hora de explicarnos objetos que históricamente dentro del idioma han creado conflictos en la pronunciación entre los academicistas y los guaraní hablantes, fluyen naturalmente en la lectura del entramado literario.
Foto de Oliver Forster. Fuente facebook. Chaco paraguayo.

Si hablamos de intensidad, apenas estaríamos asomando a lo que significa expresar los sentimientos en guaraní y más todavía en una novela en donde las inquietudes interiores se foguean con las adversidades del exterior. Nuestros personajes principales vislumbran su vida interior desde monólogos cargados de existencialismo, reflejando la cosmogonía y el sentir de todos los ancestros que dieron origen al idioma guaraní con las imágenes que estos emplean para expresarse. Cada personaje que iba llegando a Tatukua traía consigo una historia pesarosa que encerraba un afán de auto superación. 

Llama la atención de que el árbol de Timbó es de donde se tejen todas las historias y a donde también llegan a su fin. Otro parámetro es la cantidad de personajes, para bien o para mal, que aportan a la definición de nuestro personaje principal y sin quienes la novela perdería consistencia.

La novela puede pensarse desde un fin determinado o con un significado oculto en el entramado. Teniendo ambas apreciaciones la misma categoría, de allí el valor de peso en su propio género e idioma.

La mayor carga simbólica recae sobre tres elementos y el primero y más importante es la figura del armadillo que se presenta como ser mitológico indispensable en la diégesis de la historia, tendiendo a darle un regusto de realismo mágico bien paraguayo, sin enmarcar definitivamente a la novela dentro de esta corriente. 

El armadillo es el nombre de la novela, pero también es el símbolo y el kurundu de Pedro, nuestro protagonista principal. Quien al emprender su viaje de realización personal, sale y se encuentra con la ciudad de Asunción según sus propias palabras, metafóricamente cubierto del polvo y el barro de Tatukua. Cual armadillo que sale a la luz después de trabajar la tierra de su madriguera en busca de un sustento o porque la ley natural así lo dicta. Más adelante, aparece de vuelta la reminiscencia del armadillo como Kurundu, al serle legado a Pedro la garra del animal tras la muerte de su padre, lejos del hogar. Transformándose en símbolo del origen de Pedro.

El segundo elemento es el árbol de Timbó cuya leyenda para los guaraníes le atribuye el significado de la búsqueda, la añoranza y el amor paternal. 

Según León Cadogan, extraido de su libro Yvyra Ñe´eryrú:

 “En las creencias Tupi-Guarani, como la de otros pueblos amerindios; Todo animal es un ser cósmico eterno, y todos los animales de su especie no son sino sus manifestaciones en la tierra. Lo mismo reza para muchos árboles.”

 Es notable cómo el escritor Casco nos sumerge en la trama, diseminando a este árbol en el sentir y como parte indispensable de la historia del muchacho y del pueblo mismo. Rubricando indefectiblemente el origen del lenguaje empleado en la novela, invocando al rico bagaje cultural del idioma precolombino que saludablemente sobrevive hasta nuestros días.

El siguiente elemento también es un árbol: el lapacho, cuyo solo nombre es sinónimo de fuerza, entereza y del triunfo de la resiliencia por sobre las limitaciones del entorno. Al final de todo no queda nada más que florecer, por este rasgo tan humano es que llegue a la conclusión de que esta novela tiene todos los condimentos para convertirse en un clásico de la literatura en guaraní.  

Siempre se dice que no se debe juzgar a un libro por su portada, sin embargo no pude resistirme a preguntarle a Arnaldo Casco sobre el arte de tapa y su incidencia en él como escritor del libro. Al fin de cuentas el arte de tapa si bien no lo hace el escritor tradicionalmente, es una parte indivisible que nos sirve de portal para la historia.

 “Sobre la tapa: El bosquejo me hizo una dibujante que justamente se llama Rebeca con las ideas que se me ocurrían. Quería reflejar la idea del eterno retorno y el tiempo circular”.
“Los lectores han ido más lejos con sus interpretaciones del dibujo”, nos relata Arnaldo Casco.  Y confieso que no me quedé atrás de esas afirmaciones, ya que a mis abstracciones visuales puedo describir a un enorme y circular árbol espinoso del que se asoma un mito.

Descifrar las manifestaciones del tiempo, el lapacho, el timbo y el armadillo serán finalmente labores del lector que le garantizaran, una apacible complacencia.

***
Brevísima bio del autor: Arnaldo Casco es Guaireño, licenciado en filosofía y en lengua y cultura guaraní. También es locutor de radio y tv, comenzó a escribir la novela Tatukua en el 2010 y luego, finalmente fue publicada en el 2017 bajo el sello editorial de Servilibro con ayuda del FONDEC.  

Tatukua como novela cuenta con una fanpage en el Facebook. Podés acceder a ella siguiendo este enlace: https://www.facebook.com/tatukua   

miércoles, 18 de marzo de 2020

Audio relato: El puente de los cañoneros.

Aprovechando la cuarentena y el toque de queda comencé a jugar con la idea de un audio relato. Elegí al penúltimo cuento de las Nueve Rondas, porque me pareció que es el más visual para inflamar y refrescar la imaginación.


Este cuento nació de una fotografía que había visto: la imagen era la de un nicho en medio de un pantanoso humedal, a medias tierra firme, a medias arcilla. Estaba medio escondido por unos pastos altos y amarillentos, lo vi desde lejos y me comencé a preguntar por qué del lugar marcado por la fatalidad y santificado por un nicho de oración. 

Para la gente de los alrededores era parte del paisaje, nadie le veía con la misma curiosidad que yo porque ese paraje surreal era parte de ellos. Según la costumbre popular, el nicho queda para marcar el lugar en donde hubo una muerte y siempre se usan a un lado del camino para marcar accidentes de ruta. Ese lugar en donde estaba no parecía un lugar de tránsito para vehículos, pero más tarde me enteré que servía de tránsito a gente que iba a caballo en algún tiempo pasado. Me hubiese gustado saber a quién honraba ese nicho pero el tiempo borró toda santidad de cruces y nombres, la imagen me había impactado.

No parecía tener una conexión lógica pero sin embargo estaba allí. La imagen me recordó a un barco en el desierto, dos conceptos antagonistas que poblaron mi imaginación por mucho tiempo y sentí que debía sacarla de mi cabeza plasmándolo en un cuento, aunque no haya una mención explícita de un nicho, están todas las nomenclaturas que poblaron mi imaginación: La fatalidad presente con el gris de la tormenta y las voces de un esteral indiferente ante las necesidades de los hombres lo convierten en un cuento naturalista, un exponente más de este género digno representante de los demás ocho que conforman las Nueve rondas.  


Una ojeada de todo lo que movió la fibra sensible de mi imaginación, sin más les dejo este audio relato.